lunes, 5 de abril de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Tu boca escondida estaba mirando abierta mi unción a devenir. Desde un rincón que vi de reojo, tus dos tan verdes uvas reposaron en la lejanía, sobre mi secreto aún oculto. Te sentí cálida, trémula y como siempre: distante. Ya no quiero callarte el contenido del suspiro; el suspiro hondo y la muerte de la mano, te doy la muerte, la más hermosa.
2 comentarios:
En la cima de la alegría he declarado acerca de una música jamás oída. ¿Y qué? Ojalá pudiera vivir solamente en éxtasis, haciendo el cuerpo del poema con mi cuerpo, rescatando cada frase con mis días y con mis semanas, infundiéndole al poema mi soplo a medida que cada letra de cada palabra haya sido sacrificada en las ceremonias del vivir.
Alejandra Pizarnik
Publicar un comentario